Hasta
el fiscal le había cumplimentado por su presencia de ánimo y serenidad.
En suma, el juicio le fue favorable del todo. La misma señora Hamilton,
le había testimoniado su gran bondad; solamente Hugo...Pero ella no
quería pensar en Hugo.
De súbito, a pesar del calor sofocante del departamento, se estremeció y
deseó no ir ahora hacia el mar. Un cuadro se dibujaba con toda claridad
en su mente. Veía la cabeza de Cyril subir y bajar de la superficie del
agua nadando hacia la roca. La cabeza subía y bajaba..., aparecía y se
sumergía..., y ella misma, Vera, nadando vigorosamente en su auxilio,
pero sabiendo demasiado bien que no llegaría a tiempo...
El mar..., sus aguas profundas, calientes y azuladas..., las mañanas
pasadas tendidos sobre la arena...y Hugo..., Hugo...que le había dicho
que la amaba.
Agatha Christie, Diez negritos (fragmento)
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