Comentarios:

Déjese llevar por el primer impulso y que unas simples palabras, las primeras que tenga en la punta de la lengua, fluyan, converjan, se entremezclen y escriba, escriba lo que se le ocurra, al instante, o en algún rincón de su tiempo(si es que quiere pensar lo que va a comentar)
¡Muchas Gracias!

Pablo.-

Datos Personales y Contacto:


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tablotres@hotmail.com
Jesús María, Córdoba, Argentina
Tel.: 03525-426079

PABLO M. PREZ


jueves, 22 de diciembre de 2011

Esperando - Óleo sobre Bastidor 50x40 (ADQUIRIDA)

    

    
     Durante todo un día de otoño oscuro, sombrío y silencioso, en el que las nubes se cernían pesadas y opresivas en los cielos, había cruzado sólo, a caballo, a través de una extensión singularmente monótona de campiña, encontrándome al final, cuando las sombras de la noche caían a la vista de la melancólica Casa de Usher.     
     No sé como ocurrió, pero a la primera ojeada sobre el edificio, una sensación de insufrible tristeza invadió mi espíritu.....      
     Su propietario, Roderick Usher, había sido uno de mis más joviales compañeros de la infancia, pero habían transcurrido demasiados años desde nuestro último encuentro.     
     Una carta, sin embargo, me había llegado recientemente de una alejada parte de la comarca, cuyo carácter de vehemente apremio no admitía otra respuesta que mi presencia.
     La letra mostraba una evidente agitación nerviosa.....  


Edgar Allan Poe, La ruina de la casa Usher (fragmento)

Feliz Cumple Leo!!!

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Esquina de San Marcos - Óleo sobre Bastidor 90x60 (VENDIDA)



     Como es domingo y ha dejado de llover, pienso llevar un ramo de rosas a mi tumba. Rosas rojas y blancas, de las que ella cultiva para hacer altares y coronas. La mañana estuvo entristecida por este invierno taciturno y sobrecogedor que me ha puesto a recordar la colina donde la gente del pueblo abandona sus muertos. Es un sitio pelado, sin árboles, barrido apenas por las migajas providenciales que regresan después que el viento ha pasado. Ahora que dejó de llover y que el sol de mediodía debe haber endurecido el jabón de la cuesta, podría llegar hasta el túmulo en cuyo fondo reposa mi cuerpo de niño, ahora confundido, desmenuzado entre caracoles y raíces.

Gabriel Garcìa Marquez, Alguien desordena estas rosas (Fragmento)

lunes, 12 de diciembre de 2011

Cielo Salteño - Óleo sobre Bastidor 100x70



  


–Ahora y aquí, muchachos –repitió el pájaro una vez más, y bajó aleteando de su percha en el
árbol muerto y se posó en el hombro de la niña. Esta peló otra banana, entregó dos tercios a Will y
ofreció el resto al mynah.
–¿El pájaro es tuyo? –preguntó Will.
Ella meneó la cabeza.
–Los mynah son como la luz eléctrica –declaró–. No pertenecen a nadie.
–¿Por qué dice esas cosas?
–Porque alguien se las enseñó –respondió la chiquilla con paciencia. ¡Qué burro!, parecía
insinuar su tono.
–¿Pero por qué le enseñan esas cosas? ¿Por qué "Atención"? ¿Por qué "Ahora y aquí"?
–Bien... –Buscó las palabras correctas para explicar lo evidente a ese extraño imbécil.– Eso es lo
que uno siempre ¿olvida, ¿no es así? Quiero decir, uno olvida de prestar atención a lo que sucede.
Y eso equivale a no estar ahora y aquí.
–Y los mynah vuelan de un lado a otro recordándolo... ¿es eso?
La niña asintió. Por supuesto, era eso. Hubo un silencio.
–¿Cómo te llamas? –preguntó ella. Will se presentó.


Aldous Huxley, La isla (Fragmento)


domingo, 27 de noviembre de 2011

Agua y sus paredes - Óleo sobre Bastidor 90x80 (Serie del mar a remos)


     

    Como el dueño de la casa nos aumentara el alquiler, nos mudamos de barrio, cambiándonos a un siniestro caserón de la calle Cuenca, al fondo de Floresta.

     Dejé de verlos a Lucio y Enrique, y una agria tiniebla de miseria se enseñoreó de mis días.

     Cuando cumplí los quince años, cierto atardecer mi madre me dijo:

-Silvio, es necesario que trabajes.

     Yo que leía un libro junto a la mesa, levanté los ojos mirándola con rencor. Pensé: trabajar, siempre trabajar. Pero no contesté.
     Ella estaba de pie frente a la ventana. Azulada claridad crespuscular incidía en sus cabellos emblanquecidos, en la frente amarilla, rayada de arrugas, y me miraba oblicuamente, entre disgustada y compadecida, y yo evitaba encontrar sus ojos.
    Insistió comprendiendo la agresividad de mi silencio.
-Tenés que trabajar, ¿entendés? Tú no quisiste estudiar. Yo no te puedo mantener. Es necesario que trabajes.
    Al hablar apenas movía los labios, delgados como dos tablitas. Escondía las manos en los pliegues del chal negro que modelaba su pequeño busto de hombros caídos.

-Tenés que trabajar, Silvio.
-¿Trabajar, trabajar de qué? Por Dios... ¿Qué quiere que haga?... ¿que fabrique el empleo...? Bien sabe usted que he buscado trabajo.
    Hablaba estremecido de coraje; rencor a sus palabras tercas, odio a la indiferencia del mundo, a la miseria acosadora de todos los días, y al mismo tiempo una pena innominable: la certeza de la propia inutilidad. 
    Mas ella insistía como si fueran ésas sus únicas palabras.

-¿De qué?... a ver ¿de qué?
    Maquinalmente se acercó a la ventana, y con un movimiento nervioso arregló las arrugas de la cortina...


Roberto Arlt, El Juguete Rabioso (Fragmento)

martes, 15 de noviembre de 2011

La Casa - Óleo sobre bastidor - 50x70






-¿Es el nagual el Ser Supremo, el Omnipotente, Dios? -pregunté.
-No. Dios también está en la mesa. Digamos que Dios es el mantel.
Hizo, en broma, el gesto de jalar el mantel para amontonarlo con los otros objetos que había puesto frente a mí.
-Pero, ¿dice usted que Dios no existe?
-No. No dije eso. Sólo dije que el nagual no era Dios, porque Dios es un objeto de nuestro tonal personal y del tonal de los tiempos. El tonal es, como ya dije, todo lo que creemos que es parte del mundo, incluyendo a Dios, por supuesto. Dios no tiene otra importancia que la de ser parte del tonal de nuestro tiempo. 

-Según yo lo entiendo, don Juan, Dios es todo ¿No estamos hablando de lo mismo?
-No. Dios es solamente todo aquello en lo que puedes pensar; por eso, propiamente hablando, Dios no es sino otro objeto en la isla. Dios no puede ser visto cuando uno quiere; sólo podemos hablar de Él. En cambio, el nagual está al servicio del guerrero. Puede ser visto, pero no se puede hablar de él.
-Si el nagual no es ninguna de las cosas que he mencionado -dije-, quizá pueda usted decirme el sitio donde se encuentra. ¿Dónde está?
     Don Juan hizo un amplio ademán y señaló el área más allá de los confines de la mesa. Movió la mano como si, con el dorso, limpiara una superficie imaginaria que rebasara los bordes de la mesa.
-El nagual está allí -dijo-. Allí, alrededor de la isla. El nagual está, allí, donde el poder se cierne.

"Desde el momento de nacer sentimos que hay dos partes en nosotros. A la hora de nacer, y luego por algún tiempo después, uno es todo nagual. En ese entonces, nosotros sentimos que para funcionar necesitamos una contraparte a lo que tenemos. Nos falta el tonal y eso nos da, desde el principio, el sentimiento de no estar completos. A esas alturas el tonal empieza a desarrollarse y llega a tener una importancia tan absoluta para nuestro funcionamiento que opaca el brillo del nagual, lo avasalla; y así nos volvemos todo tonal. Desde el momento en que uno se vuelve todo tonal, no hacemos otra cosa sino aumentar esa vieja sensación de estar incompletos; esa sensación que nos acompaña desde el momento de nacer y que nos dice constantemente que hay otra parte de nosotros que nos haría íntegros. 
"A partir del momento en que somos todo tonal, empezamos a hacer pares. Sentimos nuestros dos lados, pero siempre los representamos con objetos del tonal. Decimos que nuestras dos partes son el alma y el cuerpo. O la mente y la materia. O el bien y el mal. Dios y Satanás. Nunca nos damos cuenta, sin embargo, de que sólo estamos haciendo parejas con las cosas de la isla, algo muy semejante a hacer parejas con café y té, o pan y tortillas, o chile y mostaza. Somos de verdad animales raros. Nos creemos tanto y, en nuestra locura, creemos tener perfecto sentido."
     Don Juan se puso en pie y me apostrofó como un orador. Me señaló con el índice e hizo temblar su cabeza.
-El hombre no se mueve entre el bien y el mal -dijo en un tono hilarantemente retórico, tomando el salero y el pimentero en ambas manos-. Su verdadero movimiento es entre lo negativo y lo positivo Dejó la sal y la pimienta y cogió un tenedor y un cuchillo.
-¡Lo dicho es un error! No hay movimiento ninguno -continuó como si se respondiera a sí mismo -. ¡El hombre es sólo mente!
     Cogió la botella de salsa y la puso en alto. Luego la dejó.
-Como puedes ver -dijo suavemente-, podríamos muy fácilmente reemplazar mente por salsa de chile y acabar diciendo: -“¡El hombre es sólo salsa de chile!” El hacer eso no nos volvería más dementes de lo que ya estamos.
-Mucho me temo no haber hecho la pregunta correcta -dije-. Quizá podríamos llegar a una mejor comprensión si preguntara qué puede uno hallar, específicamente, en el área más allá de la isla.


Carlos Castaneda, Relatos de poder (fragmento)

lunes, 31 de octubre de 2011

De la Cultura (Canals) - Óleo sobre bastidor - 70x50

  


    No podía siquiera pensar en él o llamarlo. Aparecía de pronto y entonces lo seguía. Cuando no estaba era como si no hubiese existido nunca.
    El hombrecito no tenía nombre. Pero lo más inconcebible, cuando él me llamaba por el mío, hubiese sido no acudir a sus llamadas. Donde iba él iba yo, fuera al agua o al fuego. No es que me lo ordenara. Era suficiente que él hiciera cualquier cosa para que yo hiciese otro tanto. No hacerlo hubiera sido tan extraordinario como si mi sombra no siguiera mis movimientos. Acaso fuera yo precisamente eso, la sombra o el espejo del hombrecito, si es que él no era mi sombra y yo, creyendo imitarlo, hacía los movimientos antes o al mismo tiempo que él.
    Por desgracia no siempre estaba conmigo y cuando esto ocurría, faltaban a mis hechos naturalidad y necesidad. Un paso, entonces, podía darse o no darse, podía meditarse sobre él. Y todos los buenos, alegres y felices pasos que di en mi vida de entonces los di sin meditar un momento sobre ellos. El reino de la libertad es quizás también el reino del engaño.

 Hermann Hesse, Infancia de un mago (fragmento)

jueves, 27 de octubre de 2011

Pastor - Óleo sobre bastidor - 60x50



     A medida que adelantaba la lectura, se producía en las facciones de Leontina una suave transfiguración. Ya no veía al monstruo de piedra, cruel, destructor, tumbado sobre el cuerpo del muchacho y aplastándolo, sino al otro, al luminoso descrito por el poeta, que bogaba como un lento navío en el claro de luna. El asesino sofocante se había mudado, por gracia de un artista, en uno de los príncipes encantados del cuento de Andersen, que Charlemagne le había referido alguna vez y que, como el de Sully Prudhomme, nadaban plácidamente, pero llevando livianas coronas de oro. En torno, los personajes pintarrajeados--Noé, Salomón, Josué, Holofernes, Caín, Sansón, Adán y Eva, los ángeles de Sodoma-- aparentaban haberse detenido en medio de sus arduas tareas (entenderse con el sol; contar animales; perder la testa; escapar de un Ojo; enfrentar--los ángeles-- a ansiosos violadores), para escuchar la reseña portentosa del cisne parnasiano, cuya serenidad contradecía sus violencias y furias. Un silencio casi audible sucedió al último alejandrino y a la visión del cisne dormido en el agua. Lo quebró el poeta para revelar un detalle que había reservado hasta el final, como remate de su labor apaciguadora, y era que en el diccionario de la Real Academia Española se topaba con la estupenda referencia de que en la jerga de germanía, el lenguaje de los rufianes españoles, "cisne" era uno de los vocablos que éstos usaron (o usan) para designar a las mujeres que ejercían el mismo comercio sensual de su amiga y copartícipe de la azotea.

--De modo--sonrió-- que tú eres un cisne.

--¿Un cisne?

      Leontina dilató los ojos desconcertados; depositó al gato en el piso, con ternura maternal, se paró, se desperezó, se quitó el kimono y quedó desnuda, fláccida y
voluminosa, delante del septuagenario, que se rascaba la cabeza, similarmente desnuda. Después se vistió, porque debía apresurarse y tomar el colectivo que la
conduciría a su casa. Besó a Aníbal, le agradeció los versos que tanto bien le hicieran, y atravesó el gran Palacio vacío, sin miedo ya de tropezar con el fantasma que la mataría con sus aletazos feroces, porque ella también era un cisne. Y Aníbal Charlemagne retornó a su pieza, seguido por el gato Jazmín, que pasaba el día en lo
de Leontina, y asistía con indiferencia filosófica a los espectáculos cambiantes y a la larga repetidos que organiza la inmemorial Lujuria, y que se ofrecían cotidianamente allí, pero que dormía sobre el lecho casto del poeta, acurrucado a sus pies.




Manuel Mujica Lainez, Los cisnes (fragmento)

martes, 11 de octubre de 2011

Inti Huasi - Óleo sobre bastidor - 90x70 (ADQUIRIDA)

2º Premio
15º Encuentro Nacional de Pintores 2011
Colonia Caroya


     Escuadrillas de aviones oscurecieron el cielo arrojando pequeños cubos forrados con pétalos impermeables. La gente de las ciudades y aldeas corrió a las calles y a los campos para recogerlos. Despedían un aroma intenso y embriagador, provocando sensación de bienestar. Los hombres los regalaron a las mujeres, los niños a sus padres y los vecinos entre sí, con entusiasmo y rebumbio. En pocos días los habitantes del país se repartieron solidariamente millones de cubos perfumados. Los sacerdotes y los idealistas se regocijaron al contemplar esa sorprendente y espontánea distribución.
     Algunos guardaron el objeto prodigioso en un bolsillo, otros en la caja fuerte. Quienes deseaban conservar sus poderes aromáticos lo sometieron a variados procesos. Mas pronto llegaron las instrucciones: debe ser fijado sobre la nariz. La propuesta insólita originó risas; pero los jóvenes encontraron un motivo para quebrar rutinas y se calzaron el cubo sobre la cara, donde quedaba confortablemente instalado como si su diseño hubiera previsto esta eventualidad. Los comentarios de reproche mantuvieron un tono de jocundia y pronto los adultos y ancianos, entregándose al travieso alborozo que recorría el país, también se pusieron el cubo sobre la nariz. Parecemos rinocerontes, dijo alguien; yo diría payasos; yo más bien extraterrestres. Somos hombres nuevos, voceó un líder: y cundió la frase.
     El cubo lanzaba continuos efluvios aromáticos tonificantes. En las fábricas, en las oficinas, en las aulas, en los establecimientos rurales, se estaba produciendo una revolución energética: los humanos se sentían animosos para trabajar.
     Esa nutrición olfativa, que apelaba al sentido más antiguo y casi atrofiado de la especie, fortalecía los centros básales del encéfalo y desde allí repercutía sobre todo el cuerpo. Al principio los usuarios se quitaban los cubos cuando se acostaban y al lavarse el rostro; pero el sueño era más reparador aspirando su aroma y algunos olvidaron sacárselos hasta para higienizarse. Su envoltorio impermeable no sufría deterioro alguno. En pocas semanas todo el país decidió voluntariamente dejarse siempre puesto el maravilloso obsequio con el que regaron al país aquellos aviones, más abundantes que las nubes de lluvia que embeben los campos o las nubes de maná que regocijaron el paladar de los hombres en los yermos del Sinaí.
     Los medios de información difundieron estas buenas noticias; los caricaturistas incorporaron la curiosa verruga nasal en sus personajes y algunos diputados propusieron erigir un monumento al artefacto maravilloso que había operado la transformación milagrosa del pueblo. Los científicos estudiaron sus virtudes y los mecanismos de acción; los músicos y poetas le compusieron cantos. Ensayistas, filósofos y sociólogos se lanzaron con voracidad a ese riquísimo filón que eran las multitudes transformadas mediante efectos físico-biológicos, estudiando conductas, nuevas relaciones intergrupales y apetencias del espíritu.
     Manuel, que había presenciado el asombroso acontecimiento, guardaba una terca desconfianza. Aunque las conclusiones de los científicos eran positivas y algunos teólogos encontraron con rapidez una explicación satisfactoria, presentía que esa situación de alegría estimulada por dispositivos manejados desde una central poderosa, chocaba con sus aspiraciones más profundas. Fue uno de los pocos hombres —quizás el único— que no dormía con el cubo sobre la nariz. Se convirtió por eso en un excéntrico de la flamante sociedad, pero un excéntrico que no recaudaba simpatías ni adherentes. ¿Quién podía negarse a la felicidad, la revitalización continua, el confort íntimo sin estar intelectualmente limitado?
     Sus amigos quisieron hacerle entrar en razón, por el sentimiento solidario que en ellos estimulaban los cubos, pero sus esfuerzos resultaron infructuosos.
     Manuel extrañaba los binomios alegría-tristeza, optimismo-desesperanza. La euritmia planificada, uniforme, aunque lumínica, le sabía a muerte.
     El país llevó en andas a los aviadores celebrando sus proezas heroicas, desfilaron ante los palcos desde donde les arrojaba su saludo un delegado de las nuevas y eficientes jerarquías y organizó fiestas para celebrar el inagotable funcionamiento de los cubos aromáticos. En la memoria se fijaron estos hechos con mayor intensidad que los más notables de la vida anterior. El regocijo creciente produjo iniciativas temerarias: contabilizar el tiempo en antes y después de la lluvia prodigiosa, cambiar el nombre de los meses, modificar el idioma de tal suerte que todas las palabras tengan su raíz en un perfume.
     Teólogos vanguardistas compararon los cubos a ángeles de la guarda y lúcidos antropólogos, asimilándolos a un mito indígena, propusieron llamarlos tona. Unos y otros manifestaron en sesudos artículos su complacencia por la cristalización de viejas lucubraciones.
    Marcos Aguinis, Cantata de los diablos (fragmento)

jueves, 29 de septiembre de 2011

La estación - Óleo sobre bastidor - 50x70 (ADQUIRIDA)

   
1º Premio
 Encuentro Nacional de Pintores 2011
Jesús María  






    Don Juan hizo un gesto muy cómico para representar a un hombre en carrera frenética, agarrándose el sombrero. Le dije que odiaba pensar que, de querer voluntad, no te­nía más alternativas que leonas de montaña o convulsiones. 
   ‑Mi benefactor era un brujo de grandes poderes -pro­siguió‑. Era un guerrero hecho y derecho. Su voluntad era en verdad su hazaña suprema. Pero un hombre puede ir todavía más allá; puede aprender a ver. Al aprender a ver, ya no necesita vivir como guerrero, ni ser brujo. Al apren­der a ver, un hombre llega a ser todo llegando a ser nada. Desaparece, por así decirlo, y sin embargo está allí. Yo diría que éste es el tiempo en que un hombre puede ser o puede obtener cualquier cosa que desea. Pero no desea nada, y en vez de jugar con sus semejantes como si fueran juguetes, los encuentra en medio de su desatino. La única diferencia es que un hombre que ve controla su desatino, mientras que sus semejantes no pueden hacerlo. Un hombre que ve ya no tiene un interés activo en sus semejantes. El ver lo ha despe­gado de absolutamente todo lo que conocía antes.‑La sola idea de despegarme de todo lo que conozco me da escalofríos -dije.

     ‑¡Has de estar bromeando! Lo que debería darte esca­lofríos es no tener nada que esperar más que una vida de hacer lo que siempre has hecho. Piensa en el hombre que planta maíz año tras año hasta que está demasiado viejo y cansado para levantarse y se queda echado como un perro viejo. Sus pensamientos y sentimientos, lo mejor que tiene, vagan sin ton ni son y se fijan en lo único que ha hecho: plantar maíz. Para mí, ése es el desperdicio más aterrador que existe.
   "Somos hombres y nuestra suerte es aprender y ser arro­jados a mundos nuevos, inconcebibles."
      ‑¿Hay de veras algún mundo nuevo para nosotros? ‑pregunté, medio en broma.
    ‑No hemos agotado nada, idiota ‑dijo él, imperioso‑. Ver es para hombres impecables. Templa tu espíritu, llega a ser un guerrero, aprende a ver, y entonces sabrás que no hay fin a los mundos nuevos para nuestra visión.


Carlos Castaneda, Una realidad aparte (fragmento)

jueves, 22 de septiembre de 2011

Praga - Óleo sobre bastidor - 50x70 (VENDIDA)



   
     La ciudad se ha vuelto imposible debido al virus de la codicia y a la irresponsabilidad de los ciudadanos. Nadie obliga a vacunarse contra el virus sino que lo difunden desde los medios masivos de comunicación, y aún desde los planes educativos. La educación cívica ha devenido en recitar de memoria las ofertas de los mercados antes que las cartas orgánicas. Los legisladores se han vuelto invisibles, desconocidos, fantasmales y horrorosos. Ya ni siquiera aparecen en las campañas sino que han dado con el acierto del nominalismo en poder colocar sus nombres en una lista infinita que les otorga el poder de acceder a privilegios infames.
     Los ciudadanos cantan desde hace ya dos siglos la estrofa absurda de un himno que los compromete a perennizar los laureles de las glorias que otros supieron conseguir. Pero jamás cayeron en la cuenta que esos lauros fueron usados en el estofado burgués que sembró la cizaña de la corrupción en sus propias almas y en sus propios espiritús. Sin embargo, todos se dan el lujo de indignarse ante los hechos de corrupción pero a todos les da muchísima modorra cuando se les recuerda que el poder está en el pueblo, que no se trata tan sólo de votar, sino de demostrar con valentía que el poder que se delega es puro. Es noble. Es un poder que no se debe doblegar. Pero parece mucha responsabilidad para los ciudadanos. Esto de saberse omnipotentes les queda grande. Saberse poderosos los hace infelices, abyectos y aburridos.No es divertido el poder. La responsabilidad hace fuertes a los débiles y débiles a los fuertes. Pero en una ciudad poblada por débiles mentales, la única responsabilidad que es menester esperar es la de conformar el snobismo hasta el hartazgo obseno de hacer de la holgazanería el principal reclamo sindical.
     Las instituciones demuestran el estado de desamparo de la ciudad. Las escuelas aparecen pintadas y restauradas al comienzo de cada ciclo lectivo. El estado gasta dinero en borrar pintadas, restaurar bancos, arreglar pizarrones, reponer vidrios, etc. Nadie se pregunta por qué llegan a tal deterioro esas instituciones sino fuera por los negociados que tejen los gobiernos con las empresas que arreglan esos desmanes. Nadie sospecha que a sus hijos, los estudiantes, les parece más válido haber pasado la instancia educativa para aprender a pintar paredes con mensajes obscenos que para aprender normas básicas de conducta.
     Los hospitales no corren con la suerte de la restauración. Por desgracia las enfermedades y los accidentes no conocen de ciclos. Ahí están los nosocomios con vidrios destruidos, desmantelados de infraestructura y desabastecidos de medicamentos. Ahí están los profesionales ejerciendo su vocación desde la congoja de recibir un salario insignificante. Educados desde el agradecimiento del paciente debido a que este último le es imposible creer que las enfermeras y los médicos trabajen con tanta dedicación sin siquiera recordar que lo que les pagan no alcanza ni para acceder, ellos mismos a una salud digna.
     Sara ha sido enfermera desde antes de estudiar esa profesión. Su madre, Mercedes, también fue enfermera. De niña ya aplicaba vacunas y tomaba la...

Tino, La ciudad imposible (fragmento)

martes, 13 de septiembre de 2011

Calle Sarmiento(Tulumba) - Técnica Mixta sobre cartón entelado - 70x50) (VENDIDA)



1º Mención
5º Encuentro Nacional de Pintores 2011
 Villa de Tulumba


 

Cierta noche aciaga, cuando, con la mente cansada,
meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestral
y asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido,
como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.
"Es un visitante -me dije-, que está llamando al portal;
sólo eso y nada más."
¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre!
Cada chispa resplandeciente dejaba un rastro espectral.
Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado calma
en mis libros, ni consuelo a la perdida abismal
de aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar
y aquí nadie nombrará.
Cada crujido de las cortinas purpúreas y cetrinas
me embargaba de dañinas dudas y mi sobresalto era tal
que, para calmar mi angustia repetí con voz mustia:
"No es sino un visitante que ha llegado a mi portal;
un tardío visitante esperando en mi portal.
Sólo eso y nada más".
Mas de pronto me animé y sin vacilación hablé:
"Caballero -dije-, o señora, me tendréis que disculpar
pues estaba adormecido cuando oí vuestro rasguido
y tan suave había sido vuestro golpe en mi portal
que dudé de haberlo oído...", y abrí de golpe el portal:
sólo sombras, nada más.
La noche miré de lleno, de temor y dudas pleno,
y soñé sueños que nadie osó soñar jamás;
pero en este silencio atroz, superior a toda voz,
sólo se oyó la palabra "Leonor", que yo me atreví a susurrar...
sí, susurré la palabra "Leonor" y un eco volvióla a nombrar.
Sólo eso y nada más.
Aunque mi alma ardía por dentro regresé a mis aposentos
pero pronto aquel rasguido se escuchó más pertinaz.
"Esta vez quien sea que llama ha llamado a mi ventana;
veré pues de qué se trata, que misterio habrá detrás.
Si mi corazón se aplaca lo podré desentrañar.
¡Es el viento y nada más!".
Mas cuando abrí la persiana se coló por la ventana,
agitando el plumaje, un cuervo muy solemne y ancestral.
Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento,
con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal,
en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral;
fue, posose y nada más.
Esta negra y torva ave tocó, con su aire grave,
en sonriente extrañeza mi gris solemnidad.
"Ese penacho rapado -le dije-, no te impide ser
osado, viejo cuervo desterrado de la negrura abisal;
¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?"
Dijo el cuervo: "Nunca más".
Que una ave zarrapastrosa tuviera esa voz virtuosa
sorprendióme aunque el sentido fuera tan poco cabal,
pues acordaréis conmigo que pocos habrán tenido
ocasión de ver posado tal pájaro en su portal.
Ni ave ni bestia alguna en la estatua del portal
que se llamara "Nunca más".
Mas el cuervo, altivo, adusto, no pronunció desde el busto,
como si en ello le fuera el alma, ni una sílaba más.
No movió una sola pluma ni dijo palabra alguna
hasta que al fin musité: "Vi a otros amigos volar;
por la mañana él también, cual mis anhelos, volará".
Dijo entonces: "Nunca más".
Esta certera respuesta dejó mi alma traspuesta;
"Sin duda - dije-, repite lo que ha podido acopiar
del repertorio olvidado de algún amo desgraciado
que en su caída redujo sus canciones a un refrán:
"Nunca, nunca más".
Como el cuervo aún convertía en sonrisa mi porfía
planté una silla mullida frente al ave y el portal;
y hundido en el terciopelo me afané con recelo
en descubrir que quería la funesta ave ancestral
al repetir: "Nunca más".
Esto, sentado, pensaba, aunque sin decir palabra
al ave que ahora quemaba mi pecho con su mirar;
eso y más cosas pensaba, con la cabeza apoyada
sobre el cojín purpúreo que el candil hacía brillar.
¡Sobre aquel cojín purpúreo que ella gustaba de usar,
y ya no usará nunca más!
Luego el aire se hizo denso, como si ardiera un incienso
mecido por serafines de leve andar musical.
"¡Miserable! -me dije-. ¡Tu Dios estos ángeles dirige
hacia ti con el filtro que a Leonor te hará olvidar!
¡Bebe, bebe el dulce filtro, y a Leonor olvidarás!".
Dijo el cuervo: "Nunca más".
"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
¿Del Tentador enviado o acaso una tempestad
trajo tu torvo plumaje hasta este yermo paraje,
a esta morada espectral? ¡Mas te imploro, dime ya,
dime, te imploro, si existe algún bálsamo en Galaad!"
Dijo el cuervo: "Nunca más".
"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
Por el Dios que veneramos, por el manto celestial,
dile a este desventurado si en el Edén lejano
a Leonor, ahora entre ángeles, un día podré abrazar".
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!".
"¡Diablo alado, no hables más!", dije, dando un paso atrás;
¡Que la tromba te devuelva a la negrura abisal!
¡Ni rastro de tu plumaje en recuerdo de tu ultraje
quiero en mi portal! ¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho y tu sombra del portal!"
Dijo el cuervo: "Nunca más".
Y el impávido cuervo osado aun sigue, sigue posado,
en el pálido busto de Palas que hay encima del portal;
y su mirada aguileña es la de un demonio que sueña,
cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal;
y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal,
no se alzará...¡nunca más!.


 Edgar Allan Poe, El Cuervo

miércoles, 7 de septiembre de 2011

3. - Óleo sobre bastidor - 60x50 (Serie del mar a remos/Penumbras sobre aguas)

     

     El Partido dijo que Oceanía nunca había sido aliada de Eurasia. Él, Winston Smith, sabía que Oceanía había estado aliada con Eurasia cuatro años antes. Pero, ¿dónde constaba ese conocimiento? Sólo en su propia conciencia, la cual, en todo caso, iba a ser aniquilada muy pronto. Y si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el Partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la Historia y se convertía en verdad. «El que controla el pasado -decía el slogan del Partido-, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado.» Y, sin embargo, el pasado, alterable por su misma naturaleza, nunca había sido alterado. Todo lo que ahora era verdad, había sido verdad eternamente y lo seguiría siendo. Era muy sencillo. Lo único que se necesitaba era una interminable serie de victorias que cada persona debía lograr sobre su propia memoria. A esto le llamaban «control de la realidad». Pero en neolengua había una palabra especial para ello: doblepensar.
     -¡Descansen! -ladró la instructora, cuya voz parecía ahora menos malhumorada.
     Winston dejó caer los brazos de sus costados y volvió a llenar de aire sus pulmones. Su mente se deslizó por el laberíntico mundo del doplepensar. Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo; y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo. Ésta era la más refinada sutileza del sistema: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había realizado un acto de autosugestión. Incluso comprender la palabra doblepensar implicaba el uso del doblepensar.


George Orwell, 1984 (fragmento)

Pearl Jam - Sleight Of Hand 

 

jueves, 1 de septiembre de 2011

2. - Óleo sobre bastidor - 60x50 (Serie del mar a remos/Penumbras sobre aguas)



     El Cura no vio hombres; vio monstruos. Se encontró en una isla, y él, en una isla, en el Pacífico, había tenido su más vívida experiencia, el sueño horrendo que era la clave de su alma: en la locura del sol, del hambre y de la sed, había visto a las gaviotas que lo acosaban y a sus compañeros de agonía, como un solo monstruo, ramificado y fragmentario.
     Esto explica el cuadro vivo, el lentísimo ballet, las posturas relativas de los transformados. Se veían a través de las paredes. El Cura los acechaba. En estas Islas Felices el Cura había encontrado su isla de náufrago, había emprendido su delirio central, la cacería de monstruos.
     Tocaban a distancia y a través de las paredes. El Cura los estranguló. Se vieron ceñidos con las manos del Cura y, por asociación de ideas, padecieron estrangulación. Toda fantasía es real para quien cree en ella. En mi nuca la presión de sus manos fue suave. Mis movimientos eran rápidos para él; no le di tiempo...
     Hasta en Dreyfus y en mí (que no estábamos pintados) vio monstruos. Si se hubiera visto a sí mismo, quizá no hubiese interpretado como monstruos a los demás. Pero era présbita, y sin anteojos no veía su propio cuerpo.
     ¿Por qué repetía Castel los monstruos somos hombres? ¿Por qué se lo había repetido al Cura tratando de convencerlo? ¿O por qué él mismo había temido, para cuando estuviera en su archipiélago, verse rodeado de monstruos?

Adolfo Bioy Casares, Plan de evasión (fragmento)
     

lunes, 22 de agosto de 2011

1. - Óleo sobre bastidor - 50x60 (Serie del mar a remos/Penumbras sobre aguas) (VENDIDA)





      Hablando del reducido público que escuchaba a un músico refínado, dice graciosamente Mallarmé que aquel público subrayaba con la presencia de su escasez la ausencia multitudinaria.
     En rigor, la masa puede definirse, como hecho psicológico, sin necesidad de esperar a que aparezcan los individuos en aglomeración. Delante de una sola persona podemos saber si es masa o no. Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo -en bien o en mal- por razones especiales, sino que se siente «como todo el mundo» y, sin embargo, no se angustia, se siente a saber al sentirse idéntico a los demás. Imagínese un hombre humilde que al intentar valorarse por razones especiales -al preguntarse si tiene talento para esto o lo otro, si sobresale en algún orden-, advierte que no posee ninguna cualidad excelente. Este hombre se sentirá mediocre y vulgar, mal dotado; pero no se sentirá «masa».
      Cuando se habla de «minorías selectas», la habitual bellaquería suele tergiversar el sentido de esta expresión, fingiendo ignorar que el hombre selecto no es el petulante que se cree superior a los demás, sino el que se exige más que los demás, aunque no logre cumplir en su persona esas exigencias superiores. Y es indudable que la división más radical que cabe hacer de la humanidad es ésta, en dos clases de criaturas: las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes, y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva.


José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas (fragmento)


 

jueves, 11 de agosto de 2011

Cuando atardecía, el trigal… - Óleo sobre bastidor (VENDIDA)



     
     Nada queda por ser respetado.

     A pesar de las atrocidades ya a la vista, el hombre avanza perforando los últimos intersticios donde se genera la vida. Con grandes titulares se nos informa que la clonación es ya un éxito. Y nosotros, todos los hombres del planeta que no queremos esta profanación última de la naturaleza, ¿qué podemos hacer frente a la inmoralidad de quienes nos someten?

     La humanidad ha recibido una naturaleza donde cada elemento es único y diferente. únicas y diferentes son todas las nubes que hemos contemplado en la vida, las manos de los hombres y la forma y el tamaño de las hojas, los ríos, los vientos y los animales. Ningún animal fue idéntico a otro. Todo hombre fue misteriosa y sagradamente único.

     Ahora, el hombre está al borde de convertirse en un clon por encargo: ojos celestes, simpático, emprendedor, insensible al dolor o trágicamente, preparado para esclavo. Engranajes de una máquina, factores de un sistema, ¡qué lejos, Hölderlin, de cuando los hombres se sentían hijos de los Dioses!

Ernesto Sábato, Antes del fin (fragmento)



miércoles, 13 de julio de 2011

S/N - Óleo sobre bastidor - 70x50 (Serie del mar a remos) (VENDIDA)




Pequeña mosca,
tus juegos veraniegos
mi atolondrada mano
se ha llevado.

¿No soy yo
una mosca como tú?
¿O no eres tú
un hombre como yo?
Pues bailo
y bebo y canto
hasta que alguna mano ciega
se lleve mi ala.

Si el pensamiento es vida
y fuerza y aliento;
y carecer
de pensamiento es muerte
 
Entonces yo soy
una mosca feliz,
ya vivo,
ya muerto.

William Blake, La Mosca

Faro del fin - Óleo sobre bastidor - 60x40 (Serie del mar a remos)




¿Ves cómo se dobla el arbol?
¿Te inspira?
Inclinándose para alcanzar los rayos del sol
Una lección para ser aplicada

¿Estás sacando algo de este viaje alrededor de todo?
Puedes gastar tu tiempo a solas
redirigiendo remordimientos pasados oh...
O puedes llegar a un acuerdo y darte cuenta:
tú eres el único que no puede perdonarte oh...
Tiene mucho más sentido
vivir en el PRESENTE

¿ Tienes idea de cómo terminará esta vida?
¿Revisaste tus manos y estudiaste las líneas?
¿Crees en que el camino por delante asciende hacia la luz?
Parece que innecesariamente
está haciendo más difícil
encontrar un enfoque
y una forma de vivir

¿Estamos sacando algo de este viaje alrededor de todo?
Puedes gastar tu tiempo a solas
redirigiendo remordimientos pasados oh...
O puedes llegar a un acuerdo y darte cuenta:
tú eres el único que no puede perdonarte oh...
Ah, tiene mucho más sentido
vivir en el PRESENTE...

  Eddie Vedder (Pearl Jam), Present Tense

De ojos saltones - Óleo sobre cartón entelado - 70x35

     

     Estoy sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas. Anoche, mientras estábamos cenando, comenzaron a armar el gran alboroto y no pararon de cantar hasta que amaneció. Mi madrina también dice eso: que la gritería de las ranas le espantó el sueño. Y ahora ella bien quisiera dormir. Por eso me mandó a que me sentara aquí, junto a la alcantarilla, y me pusiera con una tabla en la mano para que cuanta rana saliera a pegar de brincos afuera, la apalcuachara a tablazos... Las ranas son verdes de todo a todo, menos en la panza. Los sapos son negros. También los ojos de mi madrina son negros. Las ranas son buenas para hacer de comer con ellas. Los sapos no se comen; pero yo me los he comido también, aunque no se coman, y saben igual que las ranas. Felipa es la que dice que es malo comer sapos. Felipa tiene los ojos verdes como los ojos de los gatos...

Juan Rulfo, Macario (fragmento)

lunes, 4 de julio de 2011

Navegando - Óleo sobre bastidor (Serie del mar a remos) (VENDIDA)






- ¿Es cierto que ejerce usted una mala influencia sobre sus amigos,Lord Henry? ¿Tan mala como dice Basil?
-No hay influencia buena, Mr.Grey. Toda influencia es inmoral... inmoral, desde un punto de vista científico.
- ¿Por qué?
-Porque influenciar a una persona es prestarle nuestra propia alma. No piensa ya sus pensamientos naturales, ni arde con sus propias pasiones. Sus virtudes dejan de ser suyas. Sus pecados, si es que hay pecados, son de segunda mano. Se convierte en el eco de una música ajena, en el actor de un papel que no había sido escrito para él. El fin de la vida es el desenvolvimiento de la personalidad. Realizar nuestra propia naturaleza cabalmente: para esto hemos venido. Hoy los hombres se asustan de sí mismos, han olvidado el más alto de sus deberes, el deber que uno se debe a sí mismo. Sí, son caritativos; dan pan al hambriento y vestido al mendigo. Pero sus propias almas se mueren de hambre y van desnudas. El valor ha abandonado a nuestra raza. Quizás nunca lo tuvimos. El temor a la sociedad, que es la base de la moral; el temor de Dios, que es el secreto de la religión: tales son las dos fuerzas que nos gobiernan. Y, sin embargo...
-Vuelve un poco más la cabeza hacia la derecha. Dorian; sé buen chico -dijo el pintor, sumergido en su obra, pero dándose cuenta de que el rostro del mancebo tenía ahora una expresión que nunca viera hasta entonces.
-Y, sin embargo -continuó Lord Henry, con su voz queda, musical, y aquel suave ademán de la mano tan característico suyo y que ya tenía en sus días de Eton-, creo que si un hombre se atreviera a vivir su vida plena y totalmente, a dar forma a cada sentimiento, expresión a cada pensamiento, realidad a cada ensueño... creo que el mundo cobraría de nuevo un ímpetu tal de alegría, que olvidaríamos todas las enfermedades del medievalismo, y tornaríamos al ideal helénico... a algo quizá más bello, más rico que el ideal helénico. Pero hasta el más valiente de nosotros tiene miedo de sí mismo. La mutilación del salvaje tiene su trágica supervivencia en la renuncia de sí mismo que frustra nuestras vidas. Y somos castigadas por ello. Cada impulso que luchamos por estrangular, germina en el espíritu y nos envenena. El cuerpo peca una vez, y acaba con su pecado, pues la acción es una especie de purificación. Nada queda entonces, excepto el recuerdo de un placer, o la voluptuosidad de un arrepentimiento. El único medio de librarse de una tentación es ceder a ella. Resistid, y vuestra alma enfermará de deseo por las cosas que se ha vedado a sí misma, de concupiscencia por aquello que sus leyes monstruosas han hecho ilícito y monstruoso.
   Se ha dicho que los grandes acontecimientos del mundo tienen lugar en el cerebro. En el cerebro también, y sólo en el cerebro, tienen lugar los grandes pecados del mundo. Usted mismo, Mr. Gray, usted mismo,con su juventud color de rosa y su blanca infancia, usted ha tenido pasiones que le han dado miedo, pensamientos que le han llenado de terror, sueños dormido y sueños despierto, cuyo simple recuerdo bastaría para teñir de vergüenza sus mejillas...
- ¡Basta! -balbuceó Dorian Gray -, ¡basta! Me aturde usted. No sé qué decir. Siento que a todo eso hay una respuesta; pero no puedo hallarla. No hable usted más. Déjeme pensar. O más bien, déjeme que trate de no pensar.


Oscar Wilde, El retrato de Dorian Grey (fragmento)

martes, 28 de junio de 2011

El viejo y su... - Óleo sobre bastidor - 60x50 (Serie del mar a remos)



"Recuerdos, recuerdos, recuerdos para desmenuzarlos, para tamizarlos y formar nuestra propia ensalada"



miércoles, 22 de junio de 2011

Purmamarca - Óleo sobre bastidor - 60x50 (VENDIDA)


2º Mención
17º Salón Nacional de Pintura Guanusacate 2010
Jesús María


    
    Siddharta se inclinó, levantó una piedra del suelo, y la sostuvo en las manos.
    -Esto -declaró mientras la manipulaba- es una piedra y dentro de poco tal vez se convierta en polvo, en tierra, de allí pasará a ser planta o animal o quizá un ser humano. En otro tiempo hubiera dicho: "Esta piedra sólo es piedra, sin ningún valor, pertenece al mundo de Maya; pero como en el círculo de las transformaciones también puede llegar a ser un ente humano y un espíritu, y por ello es valiosa." Así habría pensado en otro tiempo. Pero ahora pienso: "Esta piedra es una piedra, al mismo tiempo es animal; también un dios, también un Buda; no la venero ni la amo por lo que algún día podría llegar a ser, sino porque ya es y siempre ha sido todas estas cosas, desde siempre. Y precisamente esto que ahora se me presenta como una piedra, que ahora veo en forma de piedra, merece mi amor por ser lo que es. Le doy valor y sentido a cada una de sus líneas y huecos, a sus colores, a su dureza, al sonido que produce cuando la golpeo, a la sequedad o humedad de su superficie.
    Hay piedras que al tocarlas parecen aceite o jabón, y otras semejan hojas o arena, y cada una es diferente y venera al OM a su manera; cada una es Brahma, pero a la vez es una piedra, cualesquiera que sea su textura, y esto es precisamente lo que me complace y me maravilla y es digno de admiración. Pero no hablaré más sobre esto. Las palabras no expresan bien los pensamientos: en cuanto se pronuncia algo, ya cambia un poquito, se distorsiona, pierde sentido. Y también esto es bueno y me parece justo, que la sabiduría y tesoro de una persona parezca necedad y locura a otra".
Hermann Hesse, Siddartha (fragmento)

lunes, 20 de junio de 2011

Música en movimientos - Óleo sobre bastidor - 60x40

     
     Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intromisiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, adsorbido por la sórdida coyuntura de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arrollo de serpientes, y se sentía que todo está decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
     Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.



Julio CortázarContinuidad de los parques

Amanecer - Óleo sobre bastidor - 90x60 (VENDIDA)


    

   Un hombre de conocimiento elige un camino con corazón y lo sigue: y luego mira y se regocija y ríe; y luego ve y sabe. Sabe que su vida se acabará en un abrir y cerrar de ojos; sabe que él, así como todos los demás, no va a ninguna parte; sabe, porque ve, que nada es más importante que lo demás.
 Carlos Castaneda, Las enseñanzas de Don Juan (fragmento)

miércoles, 8 de junio de 2011

De composición en conjunto compuesto de composiciones agrupados de - Óleo sobre cartón entelado - 30x40 (VENDIDA)



...«Esto lo estoy tocando mañana» se me llena de pronto de un sentido clarísimo, porque Johnny siempre está tocando mañana y el resto viene a la zaga, en este hoy que él salta sin esfuerzo con las primeras notas de su música. 
Julio Cortázar,  El perseguidor (fragmento)
 

A pedales - Óleo en cartón entelado - 40x30



   Y ellos continuaban avanzando, sin saber, atravesando el vino de la primera misa, la lucha por el pan de cada día, la ignorancia y la necedad.
    Avanzaban, alegres, distraídos, pocas veces dudando; tan inocentes, relajados o tiesos, hacia el hoyo final y la última palabra. Tan seguros, comunes, callados, recitadores, imbéciles.
    El hoyo los había estado esperando sin verdadera esperanza ni interés. Ellos caminaban divertidos; unos se apoyaban en otros; algunos seguían solitarios y sonrientes, hablando a solas y en voz baja. En general, discutían planes y hablaban del futuro y del futuro de sus hijos y de las pequeñas y grandes revoluciones que sostenían en libros clavados en las axilas. Alguno movía los brazos mientras divagaban sobre recuerdos de amantes y flores mustias que llevaban el mismo nombre.

Juan Carlos Onetti.- "Dejemos hablar al viento"(fragmento)