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Déjese llevar por el primer impulso y que unas simples palabras, las primeras que tenga en la punta de la lengua, fluyan, converjan, se entremezclen y escriba, escriba lo que se le ocurra, al instante, o en algún rincón de su tiempo(si es que quiere pensar lo que va a comentar)
¡Muchas Gracias!

Pablo.-

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PABLO M. PREZ


jueves, 29 de septiembre de 2011

La estación - Óleo sobre bastidor - 50x70 (ADQUIRIDA)

   
1º Premio
 Encuentro Nacional de Pintores 2011
Jesús María  






    Don Juan hizo un gesto muy cómico para representar a un hombre en carrera frenética, agarrándose el sombrero. Le dije que odiaba pensar que, de querer voluntad, no te­nía más alternativas que leonas de montaña o convulsiones. 
   ‑Mi benefactor era un brujo de grandes poderes -pro­siguió‑. Era un guerrero hecho y derecho. Su voluntad era en verdad su hazaña suprema. Pero un hombre puede ir todavía más allá; puede aprender a ver. Al aprender a ver, ya no necesita vivir como guerrero, ni ser brujo. Al apren­der a ver, un hombre llega a ser todo llegando a ser nada. Desaparece, por así decirlo, y sin embargo está allí. Yo diría que éste es el tiempo en que un hombre puede ser o puede obtener cualquier cosa que desea. Pero no desea nada, y en vez de jugar con sus semejantes como si fueran juguetes, los encuentra en medio de su desatino. La única diferencia es que un hombre que ve controla su desatino, mientras que sus semejantes no pueden hacerlo. Un hombre que ve ya no tiene un interés activo en sus semejantes. El ver lo ha despe­gado de absolutamente todo lo que conocía antes.‑La sola idea de despegarme de todo lo que conozco me da escalofríos -dije.

     ‑¡Has de estar bromeando! Lo que debería darte esca­lofríos es no tener nada que esperar más que una vida de hacer lo que siempre has hecho. Piensa en el hombre que planta maíz año tras año hasta que está demasiado viejo y cansado para levantarse y se queda echado como un perro viejo. Sus pensamientos y sentimientos, lo mejor que tiene, vagan sin ton ni son y se fijan en lo único que ha hecho: plantar maíz. Para mí, ése es el desperdicio más aterrador que existe.
   "Somos hombres y nuestra suerte es aprender y ser arro­jados a mundos nuevos, inconcebibles."
      ‑¿Hay de veras algún mundo nuevo para nosotros? ‑pregunté, medio en broma.
    ‑No hemos agotado nada, idiota ‑dijo él, imperioso‑. Ver es para hombres impecables. Templa tu espíritu, llega a ser un guerrero, aprende a ver, y entonces sabrás que no hay fin a los mundos nuevos para nuestra visión.


Carlos Castaneda, Una realidad aparte (fragmento)

jueves, 22 de septiembre de 2011

Praga - Óleo sobre bastidor - 50x70 (VENDIDA)



   
     La ciudad se ha vuelto imposible debido al virus de la codicia y a la irresponsabilidad de los ciudadanos. Nadie obliga a vacunarse contra el virus sino que lo difunden desde los medios masivos de comunicación, y aún desde los planes educativos. La educación cívica ha devenido en recitar de memoria las ofertas de los mercados antes que las cartas orgánicas. Los legisladores se han vuelto invisibles, desconocidos, fantasmales y horrorosos. Ya ni siquiera aparecen en las campañas sino que han dado con el acierto del nominalismo en poder colocar sus nombres en una lista infinita que les otorga el poder de acceder a privilegios infames.
     Los ciudadanos cantan desde hace ya dos siglos la estrofa absurda de un himno que los compromete a perennizar los laureles de las glorias que otros supieron conseguir. Pero jamás cayeron en la cuenta que esos lauros fueron usados en el estofado burgués que sembró la cizaña de la corrupción en sus propias almas y en sus propios espiritús. Sin embargo, todos se dan el lujo de indignarse ante los hechos de corrupción pero a todos les da muchísima modorra cuando se les recuerda que el poder está en el pueblo, que no se trata tan sólo de votar, sino de demostrar con valentía que el poder que se delega es puro. Es noble. Es un poder que no se debe doblegar. Pero parece mucha responsabilidad para los ciudadanos. Esto de saberse omnipotentes les queda grande. Saberse poderosos los hace infelices, abyectos y aburridos.No es divertido el poder. La responsabilidad hace fuertes a los débiles y débiles a los fuertes. Pero en una ciudad poblada por débiles mentales, la única responsabilidad que es menester esperar es la de conformar el snobismo hasta el hartazgo obseno de hacer de la holgazanería el principal reclamo sindical.
     Las instituciones demuestran el estado de desamparo de la ciudad. Las escuelas aparecen pintadas y restauradas al comienzo de cada ciclo lectivo. El estado gasta dinero en borrar pintadas, restaurar bancos, arreglar pizarrones, reponer vidrios, etc. Nadie se pregunta por qué llegan a tal deterioro esas instituciones sino fuera por los negociados que tejen los gobiernos con las empresas que arreglan esos desmanes. Nadie sospecha que a sus hijos, los estudiantes, les parece más válido haber pasado la instancia educativa para aprender a pintar paredes con mensajes obscenos que para aprender normas básicas de conducta.
     Los hospitales no corren con la suerte de la restauración. Por desgracia las enfermedades y los accidentes no conocen de ciclos. Ahí están los nosocomios con vidrios destruidos, desmantelados de infraestructura y desabastecidos de medicamentos. Ahí están los profesionales ejerciendo su vocación desde la congoja de recibir un salario insignificante. Educados desde el agradecimiento del paciente debido a que este último le es imposible creer que las enfermeras y los médicos trabajen con tanta dedicación sin siquiera recordar que lo que les pagan no alcanza ni para acceder, ellos mismos a una salud digna.
     Sara ha sido enfermera desde antes de estudiar esa profesión. Su madre, Mercedes, también fue enfermera. De niña ya aplicaba vacunas y tomaba la...

Tino, La ciudad imposible (fragmento)

martes, 13 de septiembre de 2011

Calle Sarmiento(Tulumba) - Técnica Mixta sobre cartón entelado - 70x50) (VENDIDA)



1º Mención
5º Encuentro Nacional de Pintores 2011
 Villa de Tulumba


 

Cierta noche aciaga, cuando, con la mente cansada,
meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestral
y asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido,
como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.
"Es un visitante -me dije-, que está llamando al portal;
sólo eso y nada más."
¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre!
Cada chispa resplandeciente dejaba un rastro espectral.
Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado calma
en mis libros, ni consuelo a la perdida abismal
de aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar
y aquí nadie nombrará.
Cada crujido de las cortinas purpúreas y cetrinas
me embargaba de dañinas dudas y mi sobresalto era tal
que, para calmar mi angustia repetí con voz mustia:
"No es sino un visitante que ha llegado a mi portal;
un tardío visitante esperando en mi portal.
Sólo eso y nada más".
Mas de pronto me animé y sin vacilación hablé:
"Caballero -dije-, o señora, me tendréis que disculpar
pues estaba adormecido cuando oí vuestro rasguido
y tan suave había sido vuestro golpe en mi portal
que dudé de haberlo oído...", y abrí de golpe el portal:
sólo sombras, nada más.
La noche miré de lleno, de temor y dudas pleno,
y soñé sueños que nadie osó soñar jamás;
pero en este silencio atroz, superior a toda voz,
sólo se oyó la palabra "Leonor", que yo me atreví a susurrar...
sí, susurré la palabra "Leonor" y un eco volvióla a nombrar.
Sólo eso y nada más.
Aunque mi alma ardía por dentro regresé a mis aposentos
pero pronto aquel rasguido se escuchó más pertinaz.
"Esta vez quien sea que llama ha llamado a mi ventana;
veré pues de qué se trata, que misterio habrá detrás.
Si mi corazón se aplaca lo podré desentrañar.
¡Es el viento y nada más!".
Mas cuando abrí la persiana se coló por la ventana,
agitando el plumaje, un cuervo muy solemne y ancestral.
Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento,
con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal,
en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral;
fue, posose y nada más.
Esta negra y torva ave tocó, con su aire grave,
en sonriente extrañeza mi gris solemnidad.
"Ese penacho rapado -le dije-, no te impide ser
osado, viejo cuervo desterrado de la negrura abisal;
¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?"
Dijo el cuervo: "Nunca más".
Que una ave zarrapastrosa tuviera esa voz virtuosa
sorprendióme aunque el sentido fuera tan poco cabal,
pues acordaréis conmigo que pocos habrán tenido
ocasión de ver posado tal pájaro en su portal.
Ni ave ni bestia alguna en la estatua del portal
que se llamara "Nunca más".
Mas el cuervo, altivo, adusto, no pronunció desde el busto,
como si en ello le fuera el alma, ni una sílaba más.
No movió una sola pluma ni dijo palabra alguna
hasta que al fin musité: "Vi a otros amigos volar;
por la mañana él también, cual mis anhelos, volará".
Dijo entonces: "Nunca más".
Esta certera respuesta dejó mi alma traspuesta;
"Sin duda - dije-, repite lo que ha podido acopiar
del repertorio olvidado de algún amo desgraciado
que en su caída redujo sus canciones a un refrán:
"Nunca, nunca más".
Como el cuervo aún convertía en sonrisa mi porfía
planté una silla mullida frente al ave y el portal;
y hundido en el terciopelo me afané con recelo
en descubrir que quería la funesta ave ancestral
al repetir: "Nunca más".
Esto, sentado, pensaba, aunque sin decir palabra
al ave que ahora quemaba mi pecho con su mirar;
eso y más cosas pensaba, con la cabeza apoyada
sobre el cojín purpúreo que el candil hacía brillar.
¡Sobre aquel cojín purpúreo que ella gustaba de usar,
y ya no usará nunca más!
Luego el aire se hizo denso, como si ardiera un incienso
mecido por serafines de leve andar musical.
"¡Miserable! -me dije-. ¡Tu Dios estos ángeles dirige
hacia ti con el filtro que a Leonor te hará olvidar!
¡Bebe, bebe el dulce filtro, y a Leonor olvidarás!".
Dijo el cuervo: "Nunca más".
"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
¿Del Tentador enviado o acaso una tempestad
trajo tu torvo plumaje hasta este yermo paraje,
a esta morada espectral? ¡Mas te imploro, dime ya,
dime, te imploro, si existe algún bálsamo en Galaad!"
Dijo el cuervo: "Nunca más".
"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
Por el Dios que veneramos, por el manto celestial,
dile a este desventurado si en el Edén lejano
a Leonor, ahora entre ángeles, un día podré abrazar".
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!".
"¡Diablo alado, no hables más!", dije, dando un paso atrás;
¡Que la tromba te devuelva a la negrura abisal!
¡Ni rastro de tu plumaje en recuerdo de tu ultraje
quiero en mi portal! ¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho y tu sombra del portal!"
Dijo el cuervo: "Nunca más".
Y el impávido cuervo osado aun sigue, sigue posado,
en el pálido busto de Palas que hay encima del portal;
y su mirada aguileña es la de un demonio que sueña,
cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal;
y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal,
no se alzará...¡nunca más!.


 Edgar Allan Poe, El Cuervo

miércoles, 7 de septiembre de 2011

3. - Óleo sobre bastidor - 60x50 (Serie del mar a remos/Penumbras sobre aguas)

     

     El Partido dijo que Oceanía nunca había sido aliada de Eurasia. Él, Winston Smith, sabía que Oceanía había estado aliada con Eurasia cuatro años antes. Pero, ¿dónde constaba ese conocimiento? Sólo en su propia conciencia, la cual, en todo caso, iba a ser aniquilada muy pronto. Y si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el Partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la Historia y se convertía en verdad. «El que controla el pasado -decía el slogan del Partido-, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado.» Y, sin embargo, el pasado, alterable por su misma naturaleza, nunca había sido alterado. Todo lo que ahora era verdad, había sido verdad eternamente y lo seguiría siendo. Era muy sencillo. Lo único que se necesitaba era una interminable serie de victorias que cada persona debía lograr sobre su propia memoria. A esto le llamaban «control de la realidad». Pero en neolengua había una palabra especial para ello: doblepensar.
     -¡Descansen! -ladró la instructora, cuya voz parecía ahora menos malhumorada.
     Winston dejó caer los brazos de sus costados y volvió a llenar de aire sus pulmones. Su mente se deslizó por el laberíntico mundo del doplepensar. Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo; y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo. Ésta era la más refinada sutileza del sistema: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había realizado un acto de autosugestión. Incluso comprender la palabra doblepensar implicaba el uso del doblepensar.


George Orwell, 1984 (fragmento)

Pearl Jam - Sleight Of Hand 

 

jueves, 1 de septiembre de 2011

2. - Óleo sobre bastidor - 60x50 (Serie del mar a remos/Penumbras sobre aguas)



     El Cura no vio hombres; vio monstruos. Se encontró en una isla, y él, en una isla, en el Pacífico, había tenido su más vívida experiencia, el sueño horrendo que era la clave de su alma: en la locura del sol, del hambre y de la sed, había visto a las gaviotas que lo acosaban y a sus compañeros de agonía, como un solo monstruo, ramificado y fragmentario.
     Esto explica el cuadro vivo, el lentísimo ballet, las posturas relativas de los transformados. Se veían a través de las paredes. El Cura los acechaba. En estas Islas Felices el Cura había encontrado su isla de náufrago, había emprendido su delirio central, la cacería de monstruos.
     Tocaban a distancia y a través de las paredes. El Cura los estranguló. Se vieron ceñidos con las manos del Cura y, por asociación de ideas, padecieron estrangulación. Toda fantasía es real para quien cree en ella. En mi nuca la presión de sus manos fue suave. Mis movimientos eran rápidos para él; no le di tiempo...
     Hasta en Dreyfus y en mí (que no estábamos pintados) vio monstruos. Si se hubiera visto a sí mismo, quizá no hubiese interpretado como monstruos a los demás. Pero era présbita, y sin anteojos no veía su propio cuerpo.
     ¿Por qué repetía Castel los monstruos somos hombres? ¿Por qué se lo había repetido al Cura tratando de convencerlo? ¿O por qué él mismo había temido, para cuando estuviera en su archipiélago, verse rodeado de monstruos?

Adolfo Bioy Casares, Plan de evasión (fragmento)