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Pablo.-

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PABLO M. PREZ


jueves, 22 de septiembre de 2011

Praga - Óleo sobre bastidor - 50x70 (VENDIDA)



   
     La ciudad se ha vuelto imposible debido al virus de la codicia y a la irresponsabilidad de los ciudadanos. Nadie obliga a vacunarse contra el virus sino que lo difunden desde los medios masivos de comunicación, y aún desde los planes educativos. La educación cívica ha devenido en recitar de memoria las ofertas de los mercados antes que las cartas orgánicas. Los legisladores se han vuelto invisibles, desconocidos, fantasmales y horrorosos. Ya ni siquiera aparecen en las campañas sino que han dado con el acierto del nominalismo en poder colocar sus nombres en una lista infinita que les otorga el poder de acceder a privilegios infames.
     Los ciudadanos cantan desde hace ya dos siglos la estrofa absurda de un himno que los compromete a perennizar los laureles de las glorias que otros supieron conseguir. Pero jamás cayeron en la cuenta que esos lauros fueron usados en el estofado burgués que sembró la cizaña de la corrupción en sus propias almas y en sus propios espiritús. Sin embargo, todos se dan el lujo de indignarse ante los hechos de corrupción pero a todos les da muchísima modorra cuando se les recuerda que el poder está en el pueblo, que no se trata tan sólo de votar, sino de demostrar con valentía que el poder que se delega es puro. Es noble. Es un poder que no se debe doblegar. Pero parece mucha responsabilidad para los ciudadanos. Esto de saberse omnipotentes les queda grande. Saberse poderosos los hace infelices, abyectos y aburridos.No es divertido el poder. La responsabilidad hace fuertes a los débiles y débiles a los fuertes. Pero en una ciudad poblada por débiles mentales, la única responsabilidad que es menester esperar es la de conformar el snobismo hasta el hartazgo obseno de hacer de la holgazanería el principal reclamo sindical.
     Las instituciones demuestran el estado de desamparo de la ciudad. Las escuelas aparecen pintadas y restauradas al comienzo de cada ciclo lectivo. El estado gasta dinero en borrar pintadas, restaurar bancos, arreglar pizarrones, reponer vidrios, etc. Nadie se pregunta por qué llegan a tal deterioro esas instituciones sino fuera por los negociados que tejen los gobiernos con las empresas que arreglan esos desmanes. Nadie sospecha que a sus hijos, los estudiantes, les parece más válido haber pasado la instancia educativa para aprender a pintar paredes con mensajes obscenos que para aprender normas básicas de conducta.
     Los hospitales no corren con la suerte de la restauración. Por desgracia las enfermedades y los accidentes no conocen de ciclos. Ahí están los nosocomios con vidrios destruidos, desmantelados de infraestructura y desabastecidos de medicamentos. Ahí están los profesionales ejerciendo su vocación desde la congoja de recibir un salario insignificante. Educados desde el agradecimiento del paciente debido a que este último le es imposible creer que las enfermeras y los médicos trabajen con tanta dedicación sin siquiera recordar que lo que les pagan no alcanza ni para acceder, ellos mismos a una salud digna.
     Sara ha sido enfermera desde antes de estudiar esa profesión. Su madre, Mercedes, también fue enfermera. De niña ya aplicaba vacunas y tomaba la...

Tino, La ciudad imposible (fragmento)

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