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Déjese llevar por el primer impulso y que unas simples palabras, las primeras que tenga en la punta de la lengua, fluyan, converjan, se entremezclen y escriba, escriba lo que se le ocurra, al instante, o en algún rincón de su tiempo(si es que quiere pensar lo que va a comentar)
¡Muchas Gracias!

Pablo.-

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PABLO M. PREZ


lunes, 3 de diciembre de 2012

s/t - Mixto sobre bastidor 50x70 (ADQUIRIDO)





     Ya puedes ir soplando, ya puedes ir echándome a la cara tu humo de cigarro de cuatro marcas y dejar otro billete violeta. A Jochen no se le compra. No es para ti ni por tres mil; no he apreciado a mucha gente en mi vida, pero a ese muchacho le aprecio. Has tenido mala suerte, amigo de aspecto importante, de mano avezada a firmar, llegaste un minuto y medio tarde. Deberías adivinar que eso de los billetes de banco es lo menos adecuado para tratar conmigo. Tengo incluso un contrato en el bolsillo, firmado ante notario, que acredita que tengo el derecho de ocupar, mientras viva, mi habitacioncita en el tejado, que puedo criar mis palomas; puedo escoger lo que más me guste para desayunar y comer y me dan además ciento cincuenta marcos al mes, limpios, tres veces más de lo que necesito para fumar; tengo amigos en Copenhague, en París, Varsovia y Roma… y si tú supieras cómo se ayudan entre sí los criadores de palomas mensajeras…, pero tú no sabes nada, sólo crees saber que con dinero se puede alcanzar todo; esta clase de enseñanzas os las dais vosotros mismos. Y claro, hay conserjes de hotel que hacen cualquier cosa por dinero, venden a su propia abuela por un billete violeta de cincuenta marcos. Sólo hay una cosa que no puedo hacer, amigo mío, mi libertad tiene una sola excepción : mientras estoy de servicio de portería aquí abajo, no puedo fumar mi pipa, y esta excepción la lamento por primera vez hoy, porque si la tuviera, enfrentaría mi picadura negra con tu Partagás Eminentes. Hablando claro: puedes lamerme el culo doscientas mil veces si quieres pero no esperes que te venda a Fahmel. Éste jugará en paz al billar desde las nueve y media hasta las once, aunque yo sabría darle una ocupación mejor: por ejemplo, estar sentado en el ministerio en tu lugar. O hacer lo que hacía de joven: poner bombas, para calentar los fondillos de los pantalones a los cochinos como tú. Pero descuida, si quiere jugar al billar desde las nueve y media hasta las once, que lo haga, para eso estoy yo aquí, para cuidar que nadie le estorbe. Y ahora puedes guardarte los billetes en el bolsillo y dejar limpia la mesa, y si vuelves a añadir uno solo, no respondo de lo que puede pasar. Me he tragado toneladas de faltas de tacto, he soportado con paciencia un sinfín de actos de mal gusto, he inscrito adúlteros y maricas aquí en mi lista, he cerrado el paso a esposas furiosas y a maridos cornudos… y no creas que no me haya costado lo mío aprenderlo. Yo fui siempre un muchacho decente, era monaguillo como lo eras tú seguramente también y cantaba las canciones del padre Kolping y de San Aloisio, en el coro; cuando tenía veinte años ya hacía seis que trabajaba en esta casa. Y si todavía no he perdido la fe en la humanidad, se lo debo a un par de personas como el joven Fahmel y su madre. ¡Quita de ahí tu dinero, sácate el cigarro de la boca, inclínate ante un viejo como yo que ha visto más vicios de los que tú puedas soñar en tu vida, hazte abrir la puerta por el botones de allí atrás y desaparece.

Heinrich Böll, Billar a las nueve y media (fragmento)

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