La ciudad de Sofronia se compone dedos medias ciudades. En una está la gran montaña
rusa de ríspidas gibas, el carrusel con el estrellón de cadenas, la rueda de las jaulas
giratorias, el pozo de la muerte con los motociclistas cabeza abajo, la cúpula del circo con el
racimo de trapecios colgando en el centro. La otra media ciudad es de piedra y mármol y
cemento, con el banco, las fábricas, los palacios, el matadero, la escuela y todo lo demás.
Una de las medias ciudades está fija, la otra es provisional y cuando su tiempo de estadía ha
terminado, la desclavan, la desmontan y se la llevan para trasplantarla en los terrenos baldíos
de otra media ciudad.
Así todos los años llega el día en que los peones desprenden los frontones de mármol,
desarman los muros de piedra, los pilones de cemento, desmontan el ministerio, el
monumento, los muelles, la refinería de petróleo, el hospital, los cargan en remolques para
seguir de plaza en plaza el itinerario de cada año. Ahí se queda la media Sofronia de los tiros
al blanco y de los carruseles, con el grito suspendido de la navecilla de la montaña rusa
invertida, y comienza a contar cuántos meses, cuántos días tendrá que esperar antes de que
vuelva la caravana y la vida entera recomience.
desarman los muros de piedra, los pilones de cemento, desmontan el ministerio, el
monumento, los muelles, la refinería de petróleo, el hospital, los cargan en remolques para
seguir de plaza en plaza el itinerario de cada año. Ahí se queda la media Sofronia de los tiros
al blanco y de los carruseles, con el grito suspendido de la navecilla de la montaña rusa
invertida, y comienza a contar cuántos meses, cuántos días tendrá que esperar antes de que
vuelva la caravana y la vida entera recomience.
Italo Calvino, las ciudades invisibles (fragmento)
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